Era uno de los últimos días del programa, y apenas pasaban las ocho cuando nos despertamos. Teníamos planeada una visita a un amigo de Jordan, el director de LITA. Jordan tiene muchísimos amigos, en todas las regiones de España, y el milagro del programa fue que casi no pasó ni un día sin que nos presentara a alguien que fuera más interesante que nadie.
Pero ese día no sabíamos nada más que su nombre —no se llama así de verdad, pero lo llamaremos Juan— y que era interesante hasta para Jordan, lo cual captó mi interés. Entonces, cuando llegamos al pequeño pueblo donde nos recibiría, estábamos todos curiosos. Las calles estrechas estaban aún dormidas y el sol empezaba a brillar en las paredes revestidas de azulejos. Nos encontramos con Juan en el pueblo y nos fuimos para su casa familiar, hablando de la historia de la región y de su vida. Juan se crió allí en la costa este de España y había sido ingeniero de los hospitales, asegurando la estabilidad de los pacientes, hasta que un día se hartó y decidió cambiar su vida. Decidió volver a sus raíces y continuar la tradición de sus ancestros de labrar la tierra, pero aplicando la perspectiva científica del ingeniero.
En un momento, mientras caminábamos, se abrió el cielo. Dentro de dos minutos, nos empapamos y empezamos a hacernos camino no en una calle de tierra como antes, sino en un río de lodo. Pero lo que me impresionó fue que empezamos a hablar más alto para poder oírnos entre el estruendo del agua, riendo a pesar del chaparrón. Nos encontramos en un área que se había habitado desde la época de los Romanos. Juan nos detuvo y nos explicó las ruinas que veíamos intercaladas con las plantas y flores. Parecía un cuento de hadas. Pasamos muros que contenían la corriente del agua de lluvia que los ancestros de Juan construyeron hace más de cien años.
Por fin se acabó la lluvia, tan rápido como había empezado y poco después salimos de la selva. Nos encontramos con una vista maravillosa: la gran villa de Juan rodeada por los pastos y más adelante el mar brillando azul. Entramos a la villa y nos secamos con toallas, sintiéndonos como si estuviéramos en casa.
Juan nos enseñó la agricultura tradicional y la nueva que él practica. Nos mostró las herramientas de su profesión, las que él había procurado por sí mismo. Lo que diferencia a Juan de la mayoría de los granjeros es su pasión por proteger la naturaleza que se destruye por los químicos y las herramientas de gasóleo. Éstas cosas emanan una contaminación que afecta nuestra comida y salud, de modo que Juan los evita. El fervor de Juan es palpable en cada frase.
Después de aprender sobre la agricultura, nos fuimos a la playa donde otros amigos de Jordan nos esperaban. Habían traído sus familias consigo; mientras algunos de nosotros hablábamos y jugábamos con los niños, otros conversábamos con los padres sobre temas más complicados. Todos sentíamos la atmósfera de conexión y entusiasmo. Por fin, regresamos a la casa, donde miramos un concierto de música flamenco. Cenamos lo tradicional de la región y bailamos con la música antes de regresar a nuestros alojamientos.
Lo que descubrí con LITA, y que creo que no podrías encontrar con ningún otro programa, es el placer de sumergirse en otra cultura. No había podido hablar con la gente de otra cultura de manera sencilla por un tiempo considerable. Nunca había podido experimentar ese tipo de conexión auténtica. Sólo podría desear que pudiera hacerlo de nuevo.
McKenzie, North Five Week 2024